Muchas veces soñé que estaba viva, pero que no la veíamos por cuestiones de falta de tiempo o de lejanía. Una lejanía de esas de las generaciones. Una lejanía de mundos. Ese mundo como penumbroso y más lento, en un departamento de un edificio viejo, con escaleras de mármol y molduras en los techos, y adentro un modular y el mantel con broderí en la mesa tan grande que ocupa casi todo el ambiente. La luz es poca y es blanca.
En el sueño no tenemos mucho para hablar, se generó una distancia inexplicable, que fue creciendo y se transformó en un animal grisáceo, como un búfalo feroz, que no quiere venir aquí pero nos está esperando.
En el sueño no tenemos mucho para hablar, se generó una distancia inexplicable, que fue creciendo y se transformó en un animal grisáceo, como un búfalo feroz, que no quiere venir aquí pero nos está esperando.