viernes, 26 de octubre de 2018

Muchas veces soñé que estaba viva, pero que no la veíamos por cuestiones de falta de tiempo o de lejanía. Una lejanía de esas de las generaciones. Una lejanía de mundos. Ese mundo como penumbroso y más lento, en un departamento de un edificio viejo, con escaleras de mármol y molduras en los techos, y adentro un modular y el mantel con broderí en la mesa tan grande que ocupa casi todo el ambiente. La luz es poca y es blanca.
En el sueño no tenemos mucho para hablar, se generó una distancia inexplicable, que fue creciendo y se transformó en un animal grisáceo, como un búfalo feroz, que no quiere venir aquí pero nos está esperando.




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